Manuel, estaba por cumplir 17 pero aparentaba unos 18, en ese momento era un pendejo lindo, pelo corto, casi enrulado, simpático, sabia como llamar la atención.
Después de besarnos me dio la mano y volvimos con el resto del grupo, intercambiamos mails y números de celular, seguimos charlando como si nada hubiese pasado.
Paso el domingo sin pena ni gloria.
Yo en ese momento vivía con mi padre, su esposa que estaba embarazada y mi medio hermanos de 3 años.
La semana era terriblemente aburrida, tenia que ir al colegio estar con mis compañeros nada interesante.
Ese martes decidí hablar con mi padre, quería que me diese trabajo para poder tener plata para comprarme algo de ropa, y para poder salir.
En la semana comencé a trabajar de vendedor en su local, iba a la escuela, y el resto del tiempo me la pasaba chateando con Manuel.
Sabia a que hora se conectaba.
Halábamos de todo, nos contábamos todo, de las cosas que nos gustaban y las que no, de la música que escuchábamos, me contó de sus relaciones anteriores, de nuestra vida, de los amigos, planeamos salir el fin de semana.
Era obvio el interés era mutuo y el peligro que eso significaba era claro.
Manuel era alguien de quien yo podía enamorarme y eso era justamente lo que no quería.